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viernes, 1 de junio de 2012

BLP: Memorias de Adriano: un enfoque histórico.



     Por  Anneo

         La novela histórica ha sido uno de los géneros literarios más trabajados desde el siglo XIX, cuando se ideó. En ocasiones explotado, como es el caso de los últimos años, en los que hemos vivido un auténtico boom de novelas de esta temática, a lo largo del tiempo han perdurado algunos de sus títulos como auténticas joyas de la literatura. Memorias de Adriano, de Marguerite Yourcenar, es uno de ellos. Voy a dedicar unas líneas a hablar de esta obra, comentando de manera más especial la perspectiva de la figura y el tiempo histórico que la autora nos presenta.
Memorias de Adriano fue publicada por primera vez en 1951, convirtiéndose inmediatamente en un éxito a todos los niveles. En ella, Adriano le escribe a su sobrino y futuro emperador Marco Aurelio su autobiografía en forma de carta. A través de ésta, Yourcenar pone en boca de Adriano el relato de su propia vida, dando como resultado la redacción de una biografía novelada del emperador escrita en un tono intimista y reflexivo, lo cual otorga la apariencia de haber sido contada por el propio protagonista. A pesar de no tener formación de historiadora, Yourcenar realiza una labor de documentación más que destacada. Los principales acontecimientos narrados están basados en fuentes documentales, de los que la propia autora incluye una relación al final de la obra. Así, observamos la tremenda minuciosidad del trabajo de Yourcenar y la calidad de los episodios relatados. 


Uno de los aspectos por los que más destaca Memorias de Adriano como obra es por la manera que tiene la autora de apreciar la realidad de la época sobre la que escribe, y de transmitirla. La completa vida y reinado de Adriano nos es mostrada a través de las líneas del libro. Cada uno de los episodios destacables que han quedado para la historia (política de defensa militar, rebelión de Judea, iniciación en los Misterios Eleusinos…) están reflejados en la obra, pero también están reflejadas las motivaciones personales de Adriano que habrían producido todos estos hechos. Lo relevante, precisamente, es que esta novela pretende comprender y comunicar más esos sentimientos, esas motivaciones, que los propios hechos en sí, siendo una diferencia sutil pero notable respecto a otras recreaciones de tiempos pasados, incluso de aquellas que no pertenecen a la literatura. Es una obra que principalmente quiere percibir una época, para lo cual se abstiene de ejecutar juicios de valor sobre ella. Aunque todo sea obra de la escritora, la sensación es que ella es meramente una intermediaria, que estemos leyendo a un escritor del propio siglo II. Simplemente se ambienta una historia en un marco, y ese marco está tan bien detallado que el resultado es una ilustración de la Edad Antigua, en la cual aparecen todos los aspectos de su tiempo. En este sentido se entienden las descripciones de rituales como el de la momificación o la iniciación al culto mitraico, de tácticas bélicas como las desempeñadas en Judea, o de diferentes remedios médicos que les son aplicados a los diferentes personajes.
FOTO: Lucía Costa

     Lo mismo ocurre con la base del relato, el propio emperador Adriano, que es mostrado de tal manera que parece que estamos escuchando sus propios pensamientos. Esto sucede porque Yourcenar dota de una gran complejidad intelectual y emocional a su personaje, dando como resultado la sensación de estar oyendo a un hombre sincerándose. Esta visión humanista del personaje histórico, presentándolo con las actitudes y pensamientos de cualquier persona, le dan un carácter de atemporalidad a sus motivaciones y razones, a su forma de ser. Así, se aprecia la visión del príncipe humanista. No es una visión del monarca o emperador casi divinizado, como ocurre muchas veces en la literatura o en el cine, sino de persona, de individuo. No está “contaminada” por la visión del monarca absoluto al estilo de Felipe II o Luis XIV, sino que es una visión de gobernante más acorde con la que se debió tener en la Antigüedad. Se le reverenciaba como si fuera divino, pero se sabía que era humano, en una mezcla de conceptos que al hombre contemporáneo se le puede escapar.
           La comprensión de la Historia por parte de Yourcenar es muy destacable y, como dije más arriba, eso hace que la exposición de la Antigüedad sea tremendamente viva, creíble y elocuente. Tal comprensión no se podría haber dado si a su vez no hubiera una asimilación y un conocimiento de lo humano profundos, pues estas cosas suelen ir de la mano. Así, a mi juicio, esta obra pone de manifiesto que saber sobre la condición humana supone tener una ventaja muy importante para estudiar con un mejor discernimiento los hechos del pasado. Un buen ejemplo de que estamos ante un relato sobre lo humano, el ser humano, me parece que se puede apreciar en el momento en que se cuenta que Trajano llora en el Golfo Pérsico al verse incapaz de cumplir sus sueños. El mostrar a esa gran figura de conquistador como un hombre más supone la demostración de que lo que le importa a la escritora es ahondar en la naturaleza de las emociones que determinaron las situaciones históricas, no en los hechos en sí.
La percepción de la figura de Adriano, del personaje histórico, ha sido llevada a cabo por la autora con extraordinario cuidado y detalle. De todos es conocido su voluntad conservadora del Imperio (en contra de la conquistadora y expansionista), el que fuera un gobernante viajero o que la filosofía tuviera un papel importante en su vida. Todos estos detalles y el resto que conforman la idea de Adriano que perdura hoy en día fueron minuciosamente representados por Yourcenar en la obra. Por poner un ejemplo, recordemos el momento en el que pasa por Mauritania y habla de las tribus enemigas de allí. No lo hace en tono despectivo ni peyorativo de ningún tipo, sino con el tono de un hombre de carácter contemplativo que advierte cierta belleza en esos enemigos y algunas similitudes con sus conocidos sármatas. El recuerdo no figura nunca estropeado por el paso del tiempo, presentando a un hombre lúcido y sensato. Además, es relevante ver cómo la emoción que le produce al protagonista cualquier tema tratado no nubla el juicio sobre su propia vida. Esto es importante, porque supone objetividad, distanciamiento necesario del momento para analizarlo bien. Algo que un biógrafo tiene, pero no siempre el que escribe sobre sí. En este caso, el narrador no se manipula a sí mismo, sólo comunica los hechos. El propio Adriano es pasivo al contar los hechos, que no las emociones que los provocan. Es decir, esa pasividad de la autora al contar la Historia, esa voluntad de comprender y transmitir tal cual sucedieron las cosas, se realiza en gran parte gracias a la propia pasividad del narrador y protagonista, Adriano. La transmisión, la percepción de la obra, viene muy determinada por esto que acabo de exponer, y es que el lector en el fondo reconoce las palabras que están escritas por muy intimistas que sean o muy lejanas que estén en el tiempo, porque la comunicación de Yourcenar llega a ser tan profunda en lo humano y tan humana en lo histórico que hace que parezca que estamos delante de un lienzo.
Realmente se puede decir que Memorias de Adriano es la biografía de un hombre que fue emperador, no de un emperador. Esta frase resume la voluntad humanista a la que tanto me he referido. Ese es uno de los aspectos más destacables de la obra, junto con la percepción de la historia clara e inocente, sin juicios, con la que se recrea el marco temporal de la novela, como si se estuviera dando un paseo por la Edad Antigua. Me parece una obra magnífica para conocer a la figura de Adriano y a la época en que vivió; las pasiones, dramas y motivaciones del siglo II quedan reflejadas en las líneas de este libro de una manera asombrosamente nítida.

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